martes, 17 de marzo de 2015

La graan habilidad y pragmatismo de la iglesia católica

Debe haber sido en 1987 cuando yo fungía como Jefe del Departamento de Capacitación del ISSSTE en Nayarit, dependiente de la Subdelegación de Prestaciones Sociales.
Como tal, participé en una reunión nacional de la Subdirección de Prestaciones Sociales del ISSSTE en Querétaro.
Creo que llegamos a esa bella ciudad en la noche del día previo a la inauguración y el día de ésta nos ofrecieron una comida en el hotel sede. Como miembro de la Delegación Nayarit iba una inteligente luchadora social, la señora Ignacia Arámbula, Nachita.
El subdelegado de prestaciones sociales de Yucatán o Campeche era un ex cura, famoso nacionalmente no recuerdo por qué hecho, ni su nombre.  Resulta que íbamos a iniciar la comida, Nachita, un compañero y yo en una mesa, cuando Nachita, al ver al excura sentado solo en una mesa, nos pidió que la acompañáramos a sentarnos con él, previo su consentimiento, desde luego, lo que él aceptó presto.
Ya acomodados en su mesa y mientras nos servían, Nachita abrió fuego:
Dicen que usted colgó la sotana para casarse con mengana, cuando otros sacerdotes nada más se la levantan…
El sacerdote no se molestó en absoluto, porque además Nachita se lo adornó con elogios y simpatía y nos contó una interesante historia:
Dijo que estuvo en un seminario en un país de Sudamérica, creo que Bolivia o puede ser que Colombia y que a ese seminario le gustaba ir seguido al nuncio papal, un hombre abierto e inteligente, que a la hora de los alimentos no se sentaba con el rector del seminario ni con los maestros, si no con los alumnos y que aceptaba sin reticencia plática sobre cualquier tema, lo que dio pábulo a que uno de los muchachos le comentara un día:
“Su eminencia reverendísima: en el pueblo donde nací y crecí, y en los pueblos cercanos, los sacerdotes tienen mujer e hijos y no se cuidan mucho de hacerlo con discreción, al contrario, parece que procuran que se sepa… ¿lo sabe usted? ¿lo sabrá El Vaticano o el Tribunal del Santo Oficio?”
El nuncio les contó entonces que sí lo sabe el Vaticano y que contra toda su voluntad lo tuvo que aceptar en razón de que los habitantes de esa zona, más bien sus antecesores, sus abuelos y tatarabuelos, no aceptaban como líderes morales o curas de iglesia a ningún hombre que no fuera capaz de preñar a una mujer… y que ante la necesidad de introducir la fe católica en esa amplia zona de ese país, Roma tuvo que aceptar que sus sacerdotes no hicieran el voto de castidad, tuvieran mujer y procuraran tener hijos así como dejar que los fieles se enterasen de estos hechos…

Esto sucedía no hace mucho tiempo, tan solo unos 27 años.

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