Tengo un amigo notario público en Vallarta, una vez
que lo fui a visitar me contó de la trágica muerte de uno de sus hijos (ahora
pienso que por el crimen organizado) y me dijo "No te imaginas Héctor cómo
es el dolor de perder un hijo... no hay dolor más grande en el mundo"
Y yo no quiero ni imaginarlo. Tengo una nieta a la
que adoro, pocas cosas le pediría más a la vida que verla crecer, ser algo
importante y ser feliz, casándose o arrejuntándose. Pero tampoco me quiero
imaginar lo que sufriría si algo le pasara, preferiría morirme antes y no saber
de esos asuntos.
Dicho esto, comprendo y comparto la esperanza de
los padres de los muchachos de que estén vivos como se los llevaron.
Pero mucho me temo que no.
No es que la insana guerra de Felipe del Sagrado
Corazón de Jesús, continuada sin el menor cambio por el supercorrupto Enrique
Peña Nieto haya sido el único causante de la violencia extrema, pero si ha
provocado parte de ella.
Fecal se lanzó a una guerra con ejército y PGR
cooptados por los narcos en gran escala (Fecal se manifestó sorprendido por el
nivel de corrupción de sus fuerzas armadas y procuraduría). Permitió que se
convirtiera en una guerra sin heridos, detenidos ni decomisos (¡resulta que los
criminales asesinados no traían ni para comprar chicles!).
En el primer (¿y único?) enfrentamiento entre el
Ejército y los malandrines en la ciudad de Tepic, en Plaza Cigarrera (Soriana)
uno de los supuestos malandrines trató de huir en un taxi, de los que dan
servicio en el Supermercado, lo asesinaron sin que pudiera realizar su escape.
El chofer del taxi que no pudo alejarse lo suficiente de los hechos, trató de
recuperarlo, los soldados lo coparon y lo iban a asesinar, el reclamó que solo
era chofer, el oficial al mando de los soldados le creyó y les dijo a sus
subalternos: “Espérense, ahorita aclaramos y si no es chofer, lo tronamos”.
Otro señor que tiene un pequeño local en las
afueras de la Plaza y que se refugió detrás del mostrador, cuando aminoró la
balacera, se asomó, solo para ser testigo de que el Ejército remataba a los
heridos y rendidos.
Piensa y dime, ¿cómo crees que reaccionarán los
jóvenes delincuentes, muchachos a veces muy jóvenes que contrata el narco, ante
el conocimiento de que es una guerra sin heridos y sin detenidos? Según yo,
reaccionarán como bestias acorraladas.
Súmale esto a la insana violencia existente en la
guerra entre carteles.
La violencia ha alcanzado niveles demenciales, el
pozolero, narcos que se ufanan de haber asesinado cientos y otros que dicen
haber ordenado miles de asesinatos. No quiero convertir este mensaje en un
reportaje de ¡Alarma!, pero son
públicos y notorios los excesos a que se ha llegado.
Si bien los narcos son pandillas numerosas, no es
fácil cuidar a 43 muchachos jóvenes, valientes y aguerridos (aunque algunos de
ellos estén heridos) la solución más sencilla, en sus limitados recursos
intelectuales, es ultimarlos a la brevedad.
Debo aclararte que no estoy defendiendo a Murillo
Karam y mucho menos al corruptísimo de Peña Nieto.
El pendejo o malvado de Murillo Karam, es un
conocido mapache priísta desde hace muchos años. En 1988 luego del fraude de
Carlos Salinas contra Cuauhtémoc Cárdenas, declaró más o menos: “No saben las
cochinadas que hacíamos antes…”, aceptando que habían hecho trampas, pero que
no se comparaban en lo sucio con las de “antes”.
Y si Murillo Karam
hubiera hecho su trabajo, que es averiguar si los hechos que una denuncia hace
de su conocimiento son causa de delito o no, fue omiso con el pretexto de que
René Bejerano no aportó pruebas de que José Luis Abarca había asesinado al Ing.
Hernández. Yo tuitie: “Este
pendejo ignora que su función es investigar y probar… quiere que nosotros
suframos el delito, denunciemos, aportemos las pruebas, detengamos al criminal
y pasemos a la caja a pagar los derechos que se hayan causado… Me perdí un poco, si
Murillo hubiera hecho su trabajo (una de las formas más perversas y dañinas de
corrupción es cobrar un sueldo sin saber ejecutar apropiadamente el trabajo:
roban cientos de miles de pesos cada quincena) muy posiblemente no hubiera pasado
lo de Iguala.
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