martes, 17 de marzo de 2015

Ojalá estén vivos, pero es difícil

Tengo un amigo notario público en Vallarta, una vez que lo fui a visitar me contó de la trágica muerte de uno de sus hijos (ahora pienso que por el crimen organizado) y me dijo "No te imaginas Héctor cómo es el dolor de perder un hijo... no hay dolor más grande en el mundo"
Y yo no quiero ni imaginarlo. Tengo una nieta a la que adoro, pocas cosas le pediría más a la vida que verla crecer, ser algo importante y ser feliz, casándose o arrejuntándose. Pero tampoco me quiero imaginar lo que sufriría si algo le pasara, preferiría morirme antes y no saber de esos asuntos.
Dicho esto, comprendo y comparto la esperanza de los padres de los muchachos de que estén vivos como se los llevaron.
Pero mucho me temo que no.
No es que la insana guerra de Felipe del Sagrado Corazón de Jesús, continuada sin el menor cambio por el supercorrupto Enrique Peña Nieto haya sido el único causante de la violencia extrema, pero si ha provocado parte de ella.
Fecal se lanzó a una guerra con ejército y PGR cooptados por los narcos en gran escala (Fecal se manifestó sorprendido por el nivel de corrupción de sus fuerzas armadas y procuraduría). Permitió que se convirtiera en una guerra sin heridos, detenidos ni decomisos (¡resulta que los criminales asesinados no traían ni para comprar chicles!).
En el primer (¿y único?) enfrentamiento entre el Ejército y los malandrines en la ciudad de Tepic, en Plaza Cigarrera (Soriana) uno de los supuestos malandrines trató de huir en un taxi, de los que dan servicio en el Supermercado, lo asesinaron sin que pudiera realizar su escape. El chofer del taxi que no pudo alejarse lo suficiente de los hechos, trató de recuperarlo, los soldados lo coparon y lo iban a asesinar, el reclamó que solo era chofer, el oficial al mando de los soldados le creyó y les dijo a sus subalternos: “Espérense, ahorita aclaramos y si no es chofer, lo tronamos”.
Otro señor que tiene un pequeño local en las afueras de la Plaza y que se refugió detrás del mostrador, cuando aminoró la balacera, se asomó, solo para ser testigo de que el Ejército remataba a los heridos y rendidos.
Piensa y dime, ¿cómo crees que reaccionarán los jóvenes delincuentes, muchachos a veces muy jóvenes que contrata el narco, ante el conocimiento de que es una guerra sin heridos y sin detenidos? Según yo, reaccionarán como bestias acorraladas.
Súmale esto a la insana violencia existente en la guerra entre carteles.
La violencia ha alcanzado niveles demenciales, el pozolero, narcos que se ufanan de haber asesinado cientos y otros que dicen haber ordenado miles de asesinatos. No quiero convertir este mensaje en un reportaje de ¡Alarma!, pero son públicos y notorios los excesos a que se ha llegado.
Si bien los narcos son pandillas numerosas, no es fácil cuidar a 43 muchachos jóvenes, valientes y aguerridos (aunque algunos de ellos estén heridos) la solución más sencilla, en sus limitados recursos intelectuales, es ultimarlos a la brevedad.
Debo aclararte que no estoy defendiendo a Murillo Karam y mucho menos al corruptísimo de Peña Nieto.
El pendejo o malvado de Murillo Karam, es un conocido mapache priísta desde hace muchos años. En 1988 luego del fraude de Carlos Salinas contra Cuauhtémoc Cárdenas, declaró más o menos: “No saben las cochinadas que hacíamos antes…”, aceptando que habían hecho trampas, pero que no se comparaban en lo sucio con las de “antes”.
Y si Murillo Karam hubiera hecho su trabajo, que es averiguar si los hechos que una denuncia hace de su conocimiento son causa de delito o no, fue omiso con el pretexto de que René Bejerano no aportó pruebas de que José Luis Abarca había asesinado al Ing. Hernández. Yo tuitie: “Este pendejo ignora que su función es investigar y probar… quiere que nosotros suframos el delito, denunciemos, aportemos las pruebas, detengamos al criminal y pasemos a la caja a pagar los derechos que se hayan causado… Me perdí un poco, si Murillo hubiera hecho su trabajo (una de las formas más perversas y dañinas de corrupción es cobrar un sueldo sin saber ejecutar apropiadamente el trabajo: roban cientos de miles de pesos cada quincena) muy posiblemente no hubiera pasado lo de Iguala.

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