Seamos
honestos.
Si
haciendo a un lado los remilgos todos hubiéramos apoyado a López Obrador, no
habría casos como el de Allende, Tlatlaya o Iguala, la Casa Blanca, el palacio
volador, el hangar, el aeropuerto en el Lago de Texcoco y otras obras corruptas
y el brutal saqueo y endeudamiento nacionales, ya están endrogados hasta
nuestros tataranietos.
Gentes
como el poeta Sicilia que promueve el abstencionismo electoral o acelerados de
izquierda que consideran que la toma del Palacio de Invierno y la convocatoria
a que los Soviets tomen mañana o mejor aún, hoy en la noche, el poder, son
sueños guajiros, o los que repiten la consigna priísta “todos los partidos son
iguales” “tooodos somos corruptos” como que prefieren a sátrapas corruptos y
asesinos como Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto a luchadores
honestos aunque no tan de izquierda como quisiéramos y quizás con limitaciones,
como Andrés Manuel López Obrador.
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